¿Por qué temo por la libertad?

Cada vez que veo a los augures de la democracia interpretar en sus  auspicios un apoyo masivo a Podemos, temo por la libertad. No quiero recurrir a lugares comunes o a acusaciones facilonas. La dictadura bolivariana como primera de ellas. Aunque tampoco podamos perder de vista totalmente aquellos orígenes.

Mi temor viene de un análisis mucho más fino. El del profesor de Ciencia Política Pablo Simón. Este intelectual señala que la formación no tiene “aparentemente” ideología y toda su propuesta política queda camuflada en una batalla: la lucha contra la oligarquía.

Recuerdo cuando comenzaron a darse a conocer. Su discurso era, en esquema, el siguiente: “España tiene muchos problemas y su situación es muy complicada. En cambio la solución es muy sencilla: eliminar a la casta.”

La comparación con el peor populismo del siglo XX es automática (baste sustituir casta por otro colectivo anatema). Éste no es, en realidad, el origen de mis temores. Éste no, sino otro.

Desde un principio, las medidas que más me llamaron la atención fueron las que tienen que ver con la simple aritmética. En general Podemos, si ganara las elecciones, aumentaría notablemente el gasto público pues abandera una política antirrecortes en educación, sanidad y servicios sociales. Quizá incluso una renta para “mucha” gente (perdónenme el empleo de vaguedades, ellos no han apostado por la indefinición).

Como era obvio, no tardaron en reconocer que el nivel de ingresos existente no es suficiente para sufragar todo ese nuevo gasto. Es decir, el Estado necesitaba obtener más dinero.

Los estados se financian de muchas maneras, pero como los españoles no tienen y no quieren petróleo (Canarias), España solo puede recurrir, en esencia, a dos: El mercado y los bolsillos de los contribuyentes. El mercado es en resumidas cuentas la deuda. Como las políticas populistas tienden a cerrar las puertas del mercado, podemos ahorrarnos el circunloquio de la deuda, y sacar directamente el dinero del trabajo y los ahorros de empresas y trabajadores. Y es ahí donde anunciaron que se encontraba su gallina de los huevos de oro: en la recaudación. Proponen unas ideas claras, sencillas de entender y hasta lógicas. Por un lado, combatir el fraude fiscal; por otro, aumentar los impuestos de sociedades, patrimonio e IRPF especialmente a los ricos (se entienda lo que se entienda por tales).

Y una vez aplicadas estas sencillas recetas se obtendrán al instante e indefinidamente unos ingresos anuales de ¡90.000 millones de euros adicionales!

Pues bien, yo me pregunto (he aquí mis temores) qué pesará si una vez en el poder y aplicadas sus sencillas recetas éstas no funcionan, si la lucha contra el fraude y las subidas de impuestos no arrojan 90.000 millones de euros.

Esta posibilidad no es una mera conjetura: un economista de la izquierda como Jose Carlos Díez, les ha advertido que los efectos de la lucha contra el fraude pueden tardar en manifestarse casi una década, por citar un ejemplo, entre muchos otros.

¿Qué hará el que tiene la fuerza cuando se de cuenta de que se ha propuesto una meta imposible y se vea tentado a no respetar los límites? o por resumirlo ¿Cómo digerirá Podemos la frustración? ¿Respetará los límites?

La respuesta no es tan sencilla como las que ellos suelen manejar : NUESTRO CARÁCTER ES NUESTRO DESTINO.

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